viernes, 19 de diciembre de 2008

GARBO; "LA DIVINA" por Fernando GRACIA GUÍA

Fernando GRACIA GUÍA
(Cinéfilo y conferenciante)

En el año 2005 Greta hubiera cumplido cien años. Pero de haber llegado a esta edad mítica, lo hubiera hecho Greta Lovisa Gustafsson, porque el otro nombre, el que ella paseó por las pantallas durante un par de décadas, ya había sido retirado hacía muchos años.
Fue nada menos que en 1941 cuando decidió convertirse en una prejubilada “avant la lettre”. Todos pensaron que no sería sino un capricho más de diva, pero no fue así. Dicen que estuvo a punto de volver, pero quizá una voz interior le dijo que era mejor mantener su imagen inmarcesible para sus admiradores, no sufrir el inapelable ataque del tiempo, congelar su imagen en el celuloide para que todos la siguieran llamando “la divina”.
Y así, hasta hoy. Es un buen momento para recordar a esa mujer de belleza enigmática a la que la mayoría solamente conocemos por las constantes reposiciones de sus películas. Heredemos de nuestros padres la noticia de su existencia, y cuando localizamos en los cines de reestreno alguna de sus películas fuimos raudos a verificar si era cierto lo que nos habían contado.
Yo aún recuerdo las reposiciones que el cine Goya –entonces uno, luego cuatro, y ahora desafortunadamente ninguno- hizo durante unos veranos. Eran títulos famosos que muchos no habíamos podido ver por razones de edad, y porque casi todos habían sido calificados en su momento “para mayores”. Ahí la vi por primera vez en mi vida. Era Margarita Gautier, la dama de las camelias.

La verdad es que me impresionó en aquella ocasión, pero cuando me convenció del todo fue cuando en un remoto cine de una población lejana, cuyo nombre no viene a cuento, la admiré haciendo de reina Cristina de Suecia. Luego pude comprobar que sabía reirse, siendo una inolvidable Ninotchka; la admiré en Anna Karenina, en Gran Hotel, en Susan Lennox, en María Waleska, en todas las ocasiones que ya entonces la televisión me llegó a brindar.
El transcurso del tiempo me llevó a acceder aún más al mito de la Garbo gracias a la amistad de la persona que más sabe posiblemente sobre ella en España. Ya muchos sabrán que esa persona no puede ser mas que mi amigo Ramón Perdiguer, aquel que en 1957 llegó a ganar un gran premio en el programa que presentaba José Luis Pécquer para la radio, precisamente contestando a preguntas, algunas muy enrevesadas, sobre la actriz sueca.
Gracias a él muchos hemos seguido admirando y conociendo detalles de su vida, de su aureola de misterio, que ella supo finalmente cultivar durante los casi cincuenta años en los que permaneció retirada de los focos.
Había sido la Garbo la más grande, quizá intuyó que pronto dejaría de serlo. No quiso envejecer. Ella, ayudada por Stiller, su descubridor, había creado una imagen de mujer sofisticada, apasionada, tentadora, fría en ocasiones, ambigua en otras. Nada que ver con la chica más bien rellenita, hay quien dice que ni siquiera muy atractiva, que había trabajado de dependienta en su Suecia natal.
Ya que no tuvo la “suerte” de morir joven, como otros mitos del cine desaparecidos trágicamente, se quito ella voluntariamente de en medio, desoyó los cánticos de sirenas que la llamaban para que volviera, ni siquiera fue en 1954 a recoger el Oscar honorífico, y al final la dejaron en paz.
Ahora nosotros la molestamos un poquito en su descanso, aunque seguramente no le importará en demasía. Volverá a darse cuente de que su decisión fue seguramente acertada. Ha conseguido que tantos y tantos años después siga siendo “la divina”.

*Pinchad en el video de abajo para ver un video de escenas de la actriz.



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