A lo largo de su obra siempre hemos conocido la disposición de Francisco Carrasquer (Albalate de Cinca, 1915) a la búsqueda de nuevos caminos y formas en inveterados territorios y a la profunda reflexión sobre tornasoladas ideas que le han rondado a lo largo de muchos años en permanente e íntimo debate intelectual, y siempre sin perder el prisma y el poso que le proporcionan sus libertarias ideas. Bien es sabido la devoción del flamante “Premio Aragón de las Letras, 2006” por autores como Spinoza o Sender a los que a lo largo de su dilatada trayectoria literaria les ha dedicado –sobre todo a este último– numerosos ensayos y estudios, convirtiéndolos en plenos referentes suyos. Este pequeño ensayo activa nuevas vías de un camino –podríamos decir– inédito o cuando menos poco explorado. Los principales protagonistas del mismo son Spinoza y Servet, pues Sender queda relegado a un segundo plano, iniciando y buscando entre ellos una serie de paralelismos que ahonden en sus semejanzas. Pero Carrasquer no sólo incide en esas posibles analogías sino que expone la influencia que el insigne humanista aragonés posa sobre el filósofo holandés (determinando fidelidades, instando a su fuerte personalidad y aportando coincidencias en sus pensamientos) a este poderoso influjo.
Claro que ello no implica que en esos cruces de caminos se hallen divergencias que sin duda llaman poderosamente la atención al estudiar sus doctrinas y trabajos. En asuntos de índole científica y humanística (el razonamiento, la experiencia, …), así como en la fogosa defensa de la tolerancia religiosa hay razonables exposiciones de correspondencia. Debemos recordar que ambos sufrieron tempranamente los excesos de los fanatismos religiosos y que cada uno los superó desde sus convicciones más profundas. El agnosticismo de Spinoza, en el que sintetiza un alma religiosa superior enmarcada en la libertad del individuo bajo un prisma que abarca igualmente su libertad social sin ambages específicos, sirve para que Carrasquer hilvane convicciones y pensamientos sobre ambas reflexiones y nos haga comprender y analizar el sentido de la vida y los valores que la rodean. Asimismo hace hincapié en la fortaleza que ambos autores denotan ante la asunción de los elementos negativos, el poder de la propia convicción ante esos elementos y el prisma ético que los abraza.
Interesantes son los ensayos que componen los tres apéndices del libro. En el primero, el propio Carrasquer diserta sobre los valores humanistas bajo el prisma de Spinoza; tolerancia, utilismo, ciencia, materialismo, ecologismo… cuestiones vitales que se pueden analizar bajo puntos de vista de plena actualidad. Los otros dos nos ofrecen traducciones del neerlandes –aportadas por el propio Carrasquer en lo que se define como una de sus facetas destacadas- de los profesores Guido Van Suchtelen y H.G.Hubbeling. Ambas ahondan en el universo de Spinoza, tanto en vida como en obra, reflejando una interesante visión general y apoyándose en bibliografías y autores que aportan importantes datos y disposiciones sobre el filósofo judio.
En una incendiaria conclusión Francisco Carrasquer parafrasea a Sender buscando, esta vez sí, un abrazo conjunto de estos tres pensadores humanistas y termina reseñando una frase de Ángel Alcala, catedrático y prologuista del libro, en la que loa el inherente genio de Servet; uno de los grandes pensadores aragoneses de nuestra historia.
Reseñar al final de este artículo el principio del libro; la inclusión de tres poemas – incidiendo en otra de las facetas del autor, en este caso la poética– dedicados a la memoria de cada uno de los autores que pueblan el universo literario de este pequeño-gran ensayo.
Por último acaparar la atención sobre la pulcritud en la edición del libro a cargo de Prensas Universitarias de Zaragoza y su buena presentación, obra enmarcada en su colección “Caxón de sastre” que dedica a temáticas variadas dentro del espectro cultural y de las que este estudio hace el número 20.
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