Mañana, martes 18, se presenta el poemario “Reloj de arena" de Miguel Ángel Yusta, en la Fnac–Zaragoza, Plaza de España, a las 19:30, con Rosendo Tello, poeta, Premio de las Letras Aragonesas y Ricardo Vázquez-Prada, escritor y periodista.
A continuación reflejamos el prólogo del mismo escrito por Rosendo Tello.
EN TORNO A LA UNIDAD Rosendo Tello
"El realismo desencantado de la época no favorece las efusiones líricas. Con la fragmentación y dispersión de la unidad que regía el mundo, la vivencia global de la experiencia posmoderna ha cegado, con su vacío, no sólo la expresión de la subjetividad, sino el lenguaje que la funda. La efusión amorosa persigue por esencia la unión de elementos dispersos. El sentimiento lírico impulsa al deseante a fundirse con el ser deseado y, por mediación de la música, que siempre acompañó a la lírica, la intimidad del sujeto, ritmo del corazón, participa en el acorde universal, expresión del arte. Si el ritmo acordado se rompe, con dificultad logrará la subjetividad tal fusión, ya que el sentimiento lírico se da forma y representación a partir del contenido amoroso que la liga con el todo. La intimidad lo es, más que por sí misma, por la tendencia que la impulsa a fundirse con todo en la totalidad, y sólo así, el “todo se convierte/ en sonido del alma”, en acertada troquelación de Miguel Ángel Yusta. Tal es el sentido ideal que describe la poesía de Miguel Ángel en su salida hacia fuera y en su aspiración a la verticalidad. En la verticalidad de la luz, Luz vertical, se funden los contrarios y el deseo persigue la unidad perdida en su fusión cósmica: la tierra, el mar, el sol, las nubes... Al amanecer de la luz se encomienda el encendido de la vida. En Reloj de arena, la eternidad del mar, desnuda de formas, se complementa con la verticalidad del cielo y sus nubes, formas del azul. En Zaragoza mía, la ciudad, “gigante de hormigón y hierro”, la verticalidad resulta imposible y lacerante, dada la sordidez realista de la existencia gris, representada por el mundo de las oficinas y los muros agrietados. Tauromaquia extrae una lección de ejemplaridad para el personaje lírico. El torero libra un combate en el tablero del ruedo, entre horizontalidad eterna del mar y verticalidad instantánea celeste. Solo. Eternizando el instante con su gracia, el ritmo y la magia del arte. La unidad lírica se recobra con la magia del arte. La trascendencia en la búsqueda de la unidad conciliadora de dispersiones es el fin que persigue el libro "RELOJ DE ARENA", a través de la mirada ideal en que su funden amor, música y arte."
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