Óscar Sipán (Huesca, 1974), es uno de nuestros escritores más activos y arriesgados del panorama literario aragonés y con una proyección nacional –e incluso internacional– envidiable. Ha publicado cuentos en diversas revistas de ámbito nacional e internacional y ha sido galardonado en numerosos certámenes literarios. Autor de los libros Rompiendo corazones con los dientes (Premio de Narrativa Odaluna 1998, Edisena), Pólvora Mojada (XVII Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal 2003, Diputación de Zaragoza), Leyendario. Monstruos de agua (2004, March Editor), Escupir sobre París (2005, March Editor), Tornaviajes (2006, Tropo Editores), Guía de hoteles inventados (IX Premio de Libro Ilustrado 2007, Diputación de Badajoz) y Leyendario. Criaturas de agua (Libro mejor editado en Aragón 2007, Tropo Editores).
Aquí reflejamos su último libro “Avisos de derrota”.
"AVISOS DE DERROTA"
“Llevábamos más de una década juntos. Entre los dos habíamos derrocado la figura de un padre enfermo de soriasis y de locura, habíamos superado los desórdenes de la adolescencia, el vértigo a vivir, el pánico a casi todo, habíamos enterrado seres queridos y trabajos absurdos, habíamos perdido el norte y la virginidad. Y ahora nos encontrábamos al final de algo, escudándonos en las malas rachas y en el estrés, achicando agua de un barco que se hundía por varios frentes. Le teníamos miedo a la soledad y le teníamos miedo a la vida en otros brazos, compañeros de piso portadores de esa apatía doliente de los que no viven ni dejan vivir, dummies esperando el próximo muro contra el que estrellarse, hormigas extrañas guardando provisiones de odio para el invierno”.
OSCAR SIPÁN, BUSCADOR DE PERLAS por Ida Ferrero.
Óscar Sipán es la alegría de las rotativas, el hijo amado de las librerías de viejo, el amo de las esquelas y los túmulos. No concibo a Óscar leyendo el periódico; no puedo imaginarlo en postura tan sedentaria. Cada vez que tengo la fortuna de charlar con él, espero el momento en que hará florecer alguna anécdota maravillosa, que hermoseará todavía más con su gesto desenvuelto y sus ojos achinados, escondidos tras un negro flequillo rebelde. Seguro que el germen de muchos de sus cuentos fue un pequeño pie de página en el que ninguno reparó, o un cotilleo en alguna Feria del Libro de provincias que sólo él registró, o parte de una oscura y espesa tesis doctoral que nadie más que él tendría la paciencia de olfatear en busca del aforismo, de lo apócrifo, del detalle datado y cotidiano que deviene surrealista. Sus relatos, casi siempre, beben de ese río jubiloso que son su curiosidad y su memoria prodigiosas. En sus manos, el pequeño hecho se transmuta de tal manera, que nos preguntamos cómo se nos pudo pasar en su día tamaño portento; o nos habla de escritores, conocidos o anónimos, a los que admira y de los que, en su generosidad, quiere hacernos partícipes; gran aficionado al cine, sus escritos reflejan la acción trepidante del guionista, los making-off de las bambalinas, el gusto por los decorados y los ambientes, las crónicas de sociedad en miniatura. Y sin embargo, los relatos que a mí más me gustan de Óscar son los más humildes, los que reportan apenas sobre las cosas de la vida que hemos ido dejando atrás: sobre los amores perdidos, las infancias lejanas, las pieles solas, las ocasiones desaprovechadas. Pero, sobre todo, lo que más me gusta de Óscar es el Óscar lector, espléndido, desnudo nativo que se lanza desde una barquichuela, sin más ayuda que una red de malla, un cuchillo y sus pulmones, al inmenso, al grandísimo mar de los libros, a los arrecifes de coral donde duermen tranquilas las ostras, a grandes profundidades, para aparecer, tras angustiosos meses a veces, con una maravillosa perla entre las manos que yacía olvidada en el lugar más insospechado, para ofrecérnosla chorreante aún de agua salada, y poder apreciar juntos su belleza a cielo abierto. Para mí, Avisos de derrota es el Mar de los Sargazos, el mar de las despedidas.
"AVISOS DE DERROTA"
“Llevábamos más de una década juntos. Entre los dos habíamos derrocado la figura de un padre enfermo de soriasis y de locura, habíamos superado los desórdenes de la adolescencia, el vértigo a vivir, el pánico a casi todo, habíamos enterrado seres queridos y trabajos absurdos, habíamos perdido el norte y la virginidad. Y ahora nos encontrábamos al final de algo, escudándonos en las malas rachas y en el estrés, achicando agua de un barco que se hundía por varios frentes. Le teníamos miedo a la soledad y le teníamos miedo a la vida en otros brazos, compañeros de piso portadores de esa apatía doliente de los que no viven ni dejan vivir, dummies esperando el próximo muro contra el que estrellarse, hormigas extrañas guardando provisiones de odio para el invierno”.
OSCAR SIPÁN, BUSCADOR DE PERLAS por Ida Ferrero.
Óscar Sipán es la alegría de las rotativas, el hijo amado de las librerías de viejo, el amo de las esquelas y los túmulos. No concibo a Óscar leyendo el periódico; no puedo imaginarlo en postura tan sedentaria. Cada vez que tengo la fortuna de charlar con él, espero el momento en que hará florecer alguna anécdota maravillosa, que hermoseará todavía más con su gesto desenvuelto y sus ojos achinados, escondidos tras un negro flequillo rebelde. Seguro que el germen de muchos de sus cuentos fue un pequeño pie de página en el que ninguno reparó, o un cotilleo en alguna Feria del Libro de provincias que sólo él registró, o parte de una oscura y espesa tesis doctoral que nadie más que él tendría la paciencia de olfatear en busca del aforismo, de lo apócrifo, del detalle datado y cotidiano que deviene surrealista. Sus relatos, casi siempre, beben de ese río jubiloso que son su curiosidad y su memoria prodigiosas. En sus manos, el pequeño hecho se transmuta de tal manera, que nos preguntamos cómo se nos pudo pasar en su día tamaño portento; o nos habla de escritores, conocidos o anónimos, a los que admira y de los que, en su generosidad, quiere hacernos partícipes; gran aficionado al cine, sus escritos reflejan la acción trepidante del guionista, los making-off de las bambalinas, el gusto por los decorados y los ambientes, las crónicas de sociedad en miniatura. Y sin embargo, los relatos que a mí más me gustan de Óscar son los más humildes, los que reportan apenas sobre las cosas de la vida que hemos ido dejando atrás: sobre los amores perdidos, las infancias lejanas, las pieles solas, las ocasiones desaprovechadas. Pero, sobre todo, lo que más me gusta de Óscar es el Óscar lector, espléndido, desnudo nativo que se lanza desde una barquichuela, sin más ayuda que una red de malla, un cuchillo y sus pulmones, al inmenso, al grandísimo mar de los libros, a los arrecifes de coral donde duermen tranquilas las ostras, a grandes profundidades, para aparecer, tras angustiosos meses a veces, con una maravillosa perla entre las manos que yacía olvidada en el lugar más insospechado, para ofrecérnosla chorreante aún de agua salada, y poder apreciar juntos su belleza a cielo abierto. Para mí, Avisos de derrota es el Mar de los Sargazos, el mar de las despedidas.
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