viernes, 9 de enero de 2009

Luis Ballabriga: elogio del arqueólogo imprecindible por ROMÁN LEDO


por José Antonio ROMÁN LEDO.
(Escritor)

Un cronopio que anda por el desierto se encuentra con un león, y tiene el diálogo siguiente: León.—Te como. Cronopio (afligidísimo pero con dignidad).—Y bueno. Julio Cortázar

Quién tenga la fortuna de acercarse al inefable Luis Ballabriga (maniobra imprescindible para escuchar su susurrante y civilizado tono de voz) estará de acuerdo en asimilar su persona al biotipo ideal que Cortázar trazó para sus criaturas conocidas como cronopios. Personajes candorosos, hipersensibles, analíticos hasta la disección... a la par que exaltados románticos capaces de dibujar una golondrina con tizas de colores sobre el caparazón de una tortuga, cuya velocidad consideran vertiginosa.

Luis Ballabriga es cronopio entrañable, bondadoso, paciente y leal, tímido y anhelante de la gruesa concha en que los galápagos protegen su laboriosa intimidad. En determinadas épocas del año, que nunca coinciden con las estaciones de Vivaldi, la alarma cunde en la Ciudad neurótica: ¿Dónde está Luis?: Los teléfonos trepidan hasta la incandescencia, los correos electrónicos apelmazan la red, las mensajerías ciclistas colman el trasiego urbano. Los locales para fumadores añoran las volutas de sus cigarrillos de piel tostada. El desvivir se apodera de la población huérfana. ¿Dónde se habrá metido?...

Alcandora, Almenara, Ambiente, Ámbito, Ansí, Azul, Cierzo, Despacho Literario, Doncel, Literatura, Noreste, Orejudín, Papageno, Pilar, Poemas... Este puñado de nombres sonoros y evocadores constituyen la coartada que durante mucho tiempo tenían confinado a Luis en el hondón de su casa: Revistas literarias de los años diez, de los treinta, de los cuarenta, cincuenta, de los sesenta... Nada menos que la memoria de medio siglo en las cavernas zaragozantes de la resistencia a la razón pautada. La insurgencia alada, la rebeldía civil en el barbecho de la anteguerra y luego, en el yermo de la posguerra.

Ballabriján sumergido en busca de los mejores buceadores, expertos en cada momento histórico. Buzoluis, cargado de oxígeno hasta el tuétano para ahondar en las profundidades de nuestra herencia literaria; Cefaloloco de mil tentáculos que atrapan tesoros recónditos, páginas ocultas en los sargazos del tiempo, letras herrumbradas por el salitre de la incuria y el desdén de la herencia cainita. Allá abajo andaba Luis, corrugado en el silencio de su batiscafo para emerger de vez en vez y ofrecer sus hallazgos a los burócratas, sus tesoros envueltos en papel facsimilar.

No son tan nobles pecios el único objeto de su actividad submarina. En la clandestinidad del rescate, Luis ha recobrado osamentas de viva encarnadura: Escritores de ayer: Baylin, Seral, o de un presente perdurable: Torrente, Bermúdez... Luis Vayabrío se ha codeado con el mejor Luis Buñuel y rescatado su pensamiento no filmado. Ha enaltecido el rastro de nuestros más inspirados líricos... y todo ello, en quebranto de su elevado estro de poeta bipolar, de su imaginativa condición de prosista nato.

Todo lo ha sacrificado en aras de la rara amistad, de su irreductible lealtad con la verdad de las letras, de su compromiso frente al horror del moho sepulcral al que somos tan proclives en esta nuestra tierra de olvidos seculares. Gracias, Luis.
(Publicado en la revista Barataria)

*Luis Ballabriga recibió uno de nuestros Premios Búho en el año 2006, por su esfuerzo desarrollado en la investigación y recuperación de viejas ediciones y publicaciones no venales que permiten descubrir muchos movimientos culturales que conformaron, en el pasado, buena parte de la vida cultural zaragozana y aragonesa.

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