Se me ocurre esta observación porque acabo de escuchar aquello de lo viejo y los tiempos del cólera. Pues sí señor, la verdad es que queda un tanto atrás pero no tanto, y aunque los estragos de la peste y el cólera sean hoy meros recuerdos históricos, valga con la intención de este artículo, hacer hincapié una vez más, en la ignorancia de nuestros congéneres al pensar y creer que estas enfermedades eran por castigo divino, asimismo el temor a las mismas, y a sus consecuencias, en la mayoría de las veces la muerte.Diferentes pasajes bíblicos indican que la peste ha existido desde tiempos remotos, siendo una de las plagas más temibles de la Humanidad. Tuvo su origen en los pueblos orientales, no conociéndose sus estragos en Europa hasta que ésta inició su comercio con África y Asia.
Bajo el reinado de Felipe IV y por la guerra de separación de Cataluña, las sequías y la epidemia de peste que asoló Zaragoza en la que había censados unos 5588 fuegos, equivalente a 27940 habitantes, se produjeron más de siete mil muertes.Por fortuna aquella terrible epidemia que se inició en los primeros días de marzo de 1652 en el mes de noviembre, ya pasado el estío remitió de manera definitiva. Hay que señalar que la colaboración de las órdenes religiosas tanto en esta epidemia como de la que nos ocupamos a continuación, tuvo un papel tan importante, me atrevería a juzgar superior a la de las autoridades, y equivalente a la de enfermería. Para esta circunstancia colaboró de manera especial la Orden Capuchina situada en lo que después sería Cuartel de Hernán Cortés y la carretera que pasaba junto al Monasterio–Hospital, carretera de Capuchinos, y el canal de agua que pasa por allí se denominaba Riego de Capuchinos. Posteriormente la carretera se conoció por el nombre de “Camino de los Cubos” y actualmente Doctor Cerrada.
Tiempo después, tras recorrer el cólera toda Europa excepto Italia, apareció en España. El primer lugar donde se manifestó fue en Huelva. El día 17 de agosto de 1834 se conoció el primer caso de la terrible epidemia. El día 27 del mismo mes, otro en Ayamonte, el 1 de Septiembre en Sevilla, el 4 en Olivenza, el 5 en Badajoz y así sucesivamente su ascenso fue vertiginoso.Tras un receso gracias a las medidas sanitarias tomadas por las autoridades, el día 24 de junio del año siguiente apareció en Orihuela,, Alicante, Benejúzar, Albatera, Yecla, Lumbreras y Murcia, el 25 de junio en Mora, partido de Toledo, el 26 en Vallecas, etc.
Bajo el reinado de Felipe IV y por la guerra de separación de Cataluña, las sequías y la epidemia de peste que asoló Zaragoza en la que había censados unos 5588 fuegos, equivalente a 27940 habitantes, se produjeron más de siete mil muertes.Por fortuna aquella terrible epidemia que se inició en los primeros días de marzo de 1652 en el mes de noviembre, ya pasado el estío remitió de manera definitiva. Hay que señalar que la colaboración de las órdenes religiosas tanto en esta epidemia como de la que nos ocupamos a continuación, tuvo un papel tan importante, me atrevería a juzgar superior a la de las autoridades, y equivalente a la de enfermería. Para esta circunstancia colaboró de manera especial la Orden Capuchina situada en lo que después sería Cuartel de Hernán Cortés y la carretera que pasaba junto al Monasterio–Hospital, carretera de Capuchinos, y el canal de agua que pasa por allí se denominaba Riego de Capuchinos. Posteriormente la carretera se conoció por el nombre de “Camino de los Cubos” y actualmente Doctor Cerrada.
Tiempo después, tras recorrer el cólera toda Europa excepto Italia, apareció en España. El primer lugar donde se manifestó fue en Huelva. El día 17 de agosto de 1834 se conoció el primer caso de la terrible epidemia. El día 27 del mismo mes, otro en Ayamonte, el 1 de Septiembre en Sevilla, el 4 en Olivenza, el 5 en Badajoz y así sucesivamente su ascenso fue vertiginoso.Tras un receso gracias a las medidas sanitarias tomadas por las autoridades, el día 24 de junio del año siguiente apareció en Orihuela,, Alicante, Benejúzar, Albatera, Yecla, Lumbreras y Murcia, el 25 de junio en Mora, partido de Toledo, el 26 en Vallecas, etc.
Se dieron órdenes por el Ministro de la Gobernación don Francisco Rodrigo Robledo para que se tomasen enérgicas medidas y esto es lo que motivó que en Zaragoza la Junta Municipal de Sanidad, apoyada por el Alcalde de la Ciudad don Pedro Lucas Gállego, se tomasen los acuerdos más convenientes para el mantenimiento de la higiene ordenando mejorar las condiciones de los retretes, sótanos y pozos negros, encalado de escaleras, patios, corrales y un sin fin de acondicionamientos sobre los que se incrementó una exhaustiva vigilancia.Se repartieron Cartillas de Instrucción Popular de manera gratuita con todas las observancias y formularios acerca de las desinfecciones tanto en excusados como la ropa y el lavado especial y personal de contagiados como personas que por fortuna no necesitaban todavía tratamiento, y pese a todo, el 29 de junio de 1885 llegó a la Alcaldía la noticia de que en la casa número 59 de la calle Mayor, un niño de veintitrés meses había fallecido por los síntomas propios del cólera.Desde ese momento hasta que la epidemia quedó satisfactoriamente menguada, puede asegurarse que la enfermedad, ocasionó más de dos mil cien víctimas.
El tema es muy amplio pero hemos de rehusar. También en las zonas rurales tanto la peste como el cólera causaron cuantiosas bajas. Allí la higiene era más difícil de llevar a cabo como asimismo la atención médica. En las iglesias se improvisaron hospitales y la cal era un desinfectante económico y fácil de conseguir.En nuestros días algunas de sus paredes sin restaurar, denuncian las circunstancias que acabo de reseñar.
El tema es muy amplio pero hemos de rehusar. También en las zonas rurales tanto la peste como el cólera causaron cuantiosas bajas. Allí la higiene era más difícil de llevar a cabo como asimismo la atención médica. En las iglesias se improvisaron hospitales y la cal era un desinfectante económico y fácil de conseguir.En nuestros días algunas de sus paredes sin restaurar, denuncian las circunstancias que acabo de reseñar.
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