Como todo depende del color del cristal con que se mira y el vaso está medio lleno o medio vacío según el criterio emocional del que observa, hoy me he levantado con buen pie y voy a declarar que el teatro aragonés goza de buena salud. Naturalmente que está en crisis, siempre lo ha estado y siempre lo estará. Naturalmente que le acechan innumerables males y descompensaciones varias. Pero, como todo buen superviviente, continúa su marcha, produce espectáculos, los presenta a sus paisanos y a gentes de otras tierras y todavía no ha muerto bajo las garras de la unificación cultural telecinética.
Es verdad que en los últimos años han desaparecido algunas compañías, pero se han asentado otras. Es verdad que el Centro Dramático de Aragón no ha supuesto todavía un recurso que asentase la profesión teatral como todos esperábamos, pero ha propiciado todos los años unas producciones que han supuesto poner a trabajar juntos a gentes diversas y dispersas del fluido teatral aragonés, determinando que hay base para configurar una profesión homologable con la producción foránea.
Es verdad que en los últimos años han desaparecido algunas compañías, pero se han asentado otras. Es verdad que el Centro Dramático de Aragón no ha supuesto todavía un recurso que asentase la profesión teatral como todos esperábamos, pero ha propiciado todos los años unas producciones que han supuesto poner a trabajar juntos a gentes diversas y dispersas del fluido teatral aragonés, determinando que hay base para configurar una profesión homologable con la producción foránea.
Y es que llegados a los treinta años de transición política (momento que supuso la creación de un incipiente teatro aragonés propio) no podemos dejar de observar que en el teatro aragonés hay asentadas una variedad de propuestas propias como para decir que, sin llegar a la mayoría de edad y la independencia, nos acercamos poco a poco a un tejido cultural nuestro resistente a los cambios de tiempo y al flujo y reflujo de las mareas.
En primer lugar tenemos un teatro infantil de envergadura con empresas asentadas en el panorama nacional. (Arbolé, Titiriteros de Binéfar, Caleidoscopio…, y otras muchas compañías de un ámbito menor) que cubren con creces el papel específico y son dignos representantes de un estilo que combina lo popular con la nueva invención en toda la geografía hispana, presentándose con frecuencia en festivales internacionales.
Hay un circuito de exhibición que, si bien sigue mostrando sus carencias en infraestructuras, está bien considerado socialmente y al que poco a poco deben irse añadiendo nuevas poblaciones. Incluso hay un par de iniciativas privadas, Teatro de la Estación y Sala Arbolé, que han ganado prestigio en los últimos años hasta ser referente nacional del teatro alternativo y del teatro infantil.
Hay teatro de calle, teatro de animación y un teatro de sala para adultos, que, si bien sigue siendo el talón de Aquiles de la producción aragonesa, mantiene un discreto poder de producción anual y cada año consigue mandar alguna de sus producciones a otros circuitos. Aquí me permito destacar a la compañía Teatro del Temple, a la cual pertenezco, y que sigue siendo la compañía que más incidencia tiene fuera del ámbito aragonés.
En primer lugar tenemos un teatro infantil de envergadura con empresas asentadas en el panorama nacional. (Arbolé, Titiriteros de Binéfar, Caleidoscopio…, y otras muchas compañías de un ámbito menor) que cubren con creces el papel específico y son dignos representantes de un estilo que combina lo popular con la nueva invención en toda la geografía hispana, presentándose con frecuencia en festivales internacionales.
Hay un circuito de exhibición que, si bien sigue mostrando sus carencias en infraestructuras, está bien considerado socialmente y al que poco a poco deben irse añadiendo nuevas poblaciones. Incluso hay un par de iniciativas privadas, Teatro de la Estación y Sala Arbolé, que han ganado prestigio en los últimos años hasta ser referente nacional del teatro alternativo y del teatro infantil.
Hay teatro de calle, teatro de animación y un teatro de sala para adultos, que, si bien sigue siendo el talón de Aquiles de la producción aragonesa, mantiene un discreto poder de producción anual y cada año consigue mandar alguna de sus producciones a otros circuitos. Aquí me permito destacar a la compañía Teatro del Temple, a la cual pertenezco, y que sigue siendo la compañía que más incidencia tiene fuera del ámbito aragonés.
Naturalmente para que esto ocurra tiene que haber un grupo suficiente y de calidad de actores capaces de cubrir diferentes registros y que nada deben de envidiar a los actores de otros pagos. Y también deben estar cubiertos y lo están las diferentes facetas de una producción teatral: dirección, dramaturgia, escenografía, vestuario, iluminación, música…
Debe de ser que hoy me he levantado con buen pie, y que prefiero no acentuar las múltiples carencias, que también las hay, en el teatro aragonés, pero yo diría que es un enfermo que goza de buena salud y que va a seguir en crisis existiendo. Eso sí bastaría con una pequeña ración de abono extra para que en esta tierra floreciera con mucho mayor esplendor.
Debe de ser que hoy me he levantado con buen pie, y que prefiero no acentuar las múltiples carencias, que también las hay, en el teatro aragonés, pero yo diría que es un enfermo que goza de buena salud y que va a seguir en crisis existiendo. Eso sí bastaría con una pequeña ración de abono extra para que en esta tierra floreciera con mucho mayor esplendor.
*Publicado en la revista Barataria. *El collage de José Ubé.
Alfoso Plou (Zaragoza, 1964) es hombre de teatro en diferentes facetas. Licenciado en Psicología por la Autónoma de Madrid, debe su sólida formación teatral a la EScuela Municipal de Teatro de Zaragoza, al magisterio en escritura teatral de Fermín Cabal, y a los cursos de dirección impartidos en la Escuela de Arte Dramático. Premio "Marqués de Bradomín" del Instituto de la Juventud en 1986, por su obra "Laberinto de cristal", Premio "Castilla-La Mancha" en 1989 por su obra "La ciudad, noches y pájaros". Coautor junto a Pepe Ortega de "La sed de fuego". Ha escrito muchas otras obreas representadas y en 2006 obtuvo el premio "Lázaro Carreter" de Literatura Dramática, que convoca el Centro Dramático de Aragón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario