Mientras el mundo se hunde conducido a la crisis y a la nada por un ignorante llamado Bush –auxiliado febrilmente en su día por otro estulto llamado Aznar–, dos poetas de Aragón alumbran, ajenos al galopante caos que nos asalta, dos obras maestras de la poesía de nuestro tiempo. Son dos tipos valientes, arriesgados, que no dudan en dejar atrás a los posrománticos, a Bécquer y a su legado, a los del 27 y a los que les siguieron, a la poesía de la experiencia y otras zarandajas varias para abrir camino por una selva inexplorada, en la que, cual funámbulos inestables, se juegan la vida a cada instante. Si perdieran pie, se irían al carajo; si sus poemas cojearan, caerían en el abismo. Pero no lo hacen. Tienen un instinto prodigioso y saben por intuición envidiable y por la magia del arte, de la palabra exacta en el lugar exacto, escapar a todas las trampas. Juegan a placer con el toro avieso de lo cotidiano y saben elevarse a lo más alto por la sola fuerza de su ingenio. Son, digámoslo ya, Manuel Vilas y José Luis Gracia Mosteo. Los dos me han procurado en los últimos tiempos instantes mágicos con dos libros increíbles: "Calor", del primero, y "Blues de los bajos fondos" (éste aún no publicado cuando escribo estas líneas, premio de poesía "José Verón Gormaz" 2008), del segundo. Leñe, ¡qué buenos son! Si fueran franceses estarían en todas las revistas, en todos los programas, en todas las antologías. Pero estamos en España y aquí o eres amigo de inanes palurdos poderosos o sigues hasta el tránsito final en tu ignorada y esquiva ratonera.


Dos libros para morirse de envidia. Tras leerlos he estado a punto de coger mis tristes y envejecidos poemas pos 27, para arrojarlos por el inodoro y tirar definitivamente de la cadena. Pero no lo he hecho por debilidad y porque me compadezco estúpidamente de mi mismo, lo que prueba que ya estoy viejo. Sea como fuere, ¡enhorabuena a los dos y ojalá sigáis en la brecha!
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