por José Luis de Arce (Abogado y escritor)
En los albores de agosto nos dejó Pedro Vila, socio de Amigos del Libro, un gran tipo, culto, inquieto, sensible y sobre todo, aragonés de pura cepa. Supo crear en torno suyo, además de la empresa que regentaba con sus hijos, un intenso ámbito de interés por la cultura que prendió en las vocaciones artísticas de dos de sus hijos, Ricardo y Lina, de los que fue siempre ferviente seguidor y animador. Su hijo Javier y su mujer, María, cerraban la foto de una familia ejemplar, sencilla y muy bien avenida.
Murió con la serenidad con que había vivido, tras haber soportado con una enorme entereza una larga y malvada enfermedad. Tuve ocasión de hablar con Pedro algunas veces y recuerdo siempre sus conversaciones llenas de acertadas observaciones y de juicios atinados, humilde pese a sus amplios conocimientos sobre casi todo; abierto siempre a la aventura de aprender, gran curioso por todo cuanto le rodeaba, amante de la naturaleza y de las plantas, que prodigaba en sus envíos delicados de Navidad, acompañando algún trabajo de Lina. Gran lector, en su querido retiro de la huerta de San Mateo, donde también tomó secretamente la pluma para escribir algunos sentidos poemas.
Pedro practicó también el mecenazgo, ayudando a toda causa que consideraba noble y justa. Algo le debe Panticosa, el alabastro de Aragón, la alfarería, la comarca del Aranda… y la Asociación de Amigos del Libro, de la que fue socio entusiasta. Amigo Pedro, amigo de los libros, descansa en paz. Te recordaremos siempre como un hombre bueno.
2 comentarios:
Cuando gente así se va... se entristece el alma, y se siente uno orgulloso de ser del mismo lugar...
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