
“Por mi buen hacer de chico bien criado, nadie llegó a tiempo aquella mañana. Cuando la chica australiana leyó la nota «Llamen al doctor», lo único que pudo hacer el médico fue firmar el certificado de defunción. Así fue como supe que yo ayudé a suicidarse a Sylvia Plath.”
Tenía ganas de mear. Le habían venido en casa, pero ya había llamado al taxi y en ese momento no quería descuidar la maleta. Esperaría a facturar y dejar el bulto en manos de la azafata, para lo que todavía quedaba media hora, así que compró un periódico. A ver si con un poco de suerte llegaba el primero al mostrador y le tocaba ventana. El parte meteorológico había previsto cielos despejados en casi toda Europa y tenía la esperanza de contemplar las sosegantes costas de Francia. Pocas veces lo había conseguido.
¡Qué gusto si pudiera ver las Landas! Una trago de belleza aérea antes de arremangarse y meterse en la rutina acristalada del despacho. Luego, más de lo mismo: marcar el número de Madrid para decir que había llegado bien, aunque aquella tarde no tendría que hacerlo. ¿Cómo que no? No iba a eludir la llamada por una pelea. Todos los matrimonios discuten y pasan malas rachas. Eso lo sabe cualquiera. El libro insistía mucho en ello.
¿Puedo ir al servicio?
* Sergio del Molino (Madrid, 1979) es periodista y trabaja como reportero en Heraldo de Aragón, donde ha publicado cientos de reportajes sobre el terreno en el suplemento dominical. Entre ellos, algunos sobre víctimas del 11-M, sobre la crisis migratoria de Melilla y sobre el crimen de Fago, pero también historias de pueblos abandonados del Pirineo, de alcaldes deportados a Mauthausen o de niños de la guerra que acabaron siendo boxeadores en la URSS. También es uno de los autores de la columna semanal de ocio y cultura Del revés, en el mismo diario, y colabora como articulista en varias publicaciones de viajes, música e historia. En 2005 ganó el primer premio de Literatura Joven del Gobierno de Aragón y próximamente publicará el ensayo Zaragoza, colonia alemana. Sus lectores pueden encontrarle casi todos los días en el blog sergiodelmolino.blogia.com.
Tenía ganas de mear. Le habían venido en casa, pero ya había llamado al taxi y en ese momento no quería descuidar la maleta. Esperaría a facturar y dejar el bulto en manos de la azafata, para lo que todavía quedaba media hora, así que compró un periódico. A ver si con un poco de suerte llegaba el primero al mostrador y le tocaba ventana. El parte meteorológico había previsto cielos despejados en casi toda Europa y tenía la esperanza de contemplar las sosegantes costas de Francia. Pocas veces lo había conseguido.
¡Qué gusto si pudiera ver las Landas! Una trago de belleza aérea antes de arremangarse y meterse en la rutina acristalada del despacho. Luego, más de lo mismo: marcar el número de Madrid para decir que había llegado bien, aunque aquella tarde no tendría que hacerlo. ¿Cómo que no? No iba a eludir la llamada por una pelea. Todos los matrimonios discuten y pasan malas rachas. Eso lo sabe cualquiera. El libro insistía mucho en ello.
¿Puedo ir al servicio?
* Sergio del Molino (Madrid, 1979) es periodista y trabaja como reportero en Heraldo de Aragón, donde ha publicado cientos de reportajes sobre el terreno en el suplemento dominical. Entre ellos, algunos sobre víctimas del 11-M, sobre la crisis migratoria de Melilla y sobre el crimen de Fago, pero también historias de pueblos abandonados del Pirineo, de alcaldes deportados a Mauthausen o de niños de la guerra que acabaron siendo boxeadores en la URSS. También es uno de los autores de la columna semanal de ocio y cultura Del revés, en el mismo diario, y colabora como articulista en varias publicaciones de viajes, música e historia. En 2005 ganó el primer premio de Literatura Joven del Gobierno de Aragón y próximamente publicará el ensayo Zaragoza, colonia alemana. Sus lectores pueden encontrarle casi todos los días en el blog sergiodelmolino.blogia.com.
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