Prólogo de Fernando Arrabal.
Traducción de Rebeca Le Rumeur.
Tropo Editores, Zaragoza 2008. 124 páginas.
Provocador y escandaloso, maestro del humor negro, Roland Topor (París, 1938 – 1997) siempre consiguió con sus obras y adaptaciones teatrales lo que se proponía: no dejar a nadie indiferente. Pintor, humorista gráfico, escritor, dramaturgo, guionista de cine y escenógrafo, este artista multidisciplinar comienza su carrera seducido por el surrealismo de Artaud y de Breton. En 1962 funda el Grupo Pánico junto a Fernando Arrabal y a Alejandro Jodorowsky. Influenciados por las vanguardias, por el postismo, por el esperpento de Valle-Inclán y el cine de Buñuel, el Grupo Pánico intenta utilizar el humor grotesco y absurdo como contestación a la sociedad establecida y como forma de transgresión continua, creando un universo donde la sutileza se mezcla con el mal gusto, la cordura con la locura y la memoria con la irrealidad del mundo de los sueños.
Este espíritu irreverente y contestatario se plasma en La cocina caníbal, un recetario que propone platos imposibles preparados con ingredientes fuera de lo común. “El hombre es el mejor alimento para el hombre”, dice Topor en la introducción, aunque “hay algunos cuyo consumo no es recomendable; el papel de toda ama de casa y de todo consumidor es saber distinguir la carne buena de la mala”. Continua Topor con algunos consejos valiosos para elegir la mejor materia prima: mejor si se trata de un individuo joven, y a poder ser, femenino y fumador. Sabrá mucho mejor si fue criado en el campo, y la exquisitez se alcanza si el individuo en cuestión padece alguna enfermedad como la diabetes o la cirrosis hepática. Aunque para Topor, la clave está en conocer a la persona que uno se va a comer, por si acaso algo pasara inadvertido en el examen superficial.
Este espíritu irreverente y contestatario se plasma en La cocina caníbal, un recetario que propone platos imposibles preparados con ingredientes fuera de lo común. “El hombre es el mejor alimento para el hombre”, dice Topor en la introducción, aunque “hay algunos cuyo consumo no es recomendable; el papel de toda ama de casa y de todo consumidor es saber distinguir la carne buena de la mala”. Continua Topor con algunos consejos valiosos para elegir la mejor materia prima: mejor si se trata de un individuo joven, y a poder ser, femenino y fumador. Sabrá mucho mejor si fue criado en el campo, y la exquisitez se alcanza si el individuo en cuestión padece alguna enfermedad como la diabetes o la cirrosis hepática. Aunque para Topor, la clave está en conocer a la persona que uno se va a comer, por si acaso algo pasara inadvertido en el examen superficial.
Las recetas que conforman este particular libro de cocina son tan satíricas como surrealistas: “Guardabosques al vino de Madeira”, “Hombre gordo con sal”, “Miope gratinado”, “Misionero picado con pan rallado”, “Puré de cabeza de jefe” (del que dice que “es un plato monumental que hay que reservar para las grandes ocasiones familiares”), “Sesos a la molinera” (para el que apostilla que “si ha conocido a la molinera, mucho mejor”), o “Agente de seguros en su póliza” (para su preparación, el autor recomienda: “Sáquele el dinero y, si es necesario, hágale una pequeña incisión en la cabeza para que no quede nada en el interior [...] Si el agente está gordo hacen falta cuatro horas de cocción, si no, tres serán suficientes”). Los textos tienen ritmo y un ácido sentido del humor, además de una sonoridad característica de la prosa de los integrantes del movimiento Pánico. Una acertada traducción permite al lector disfrutar de los abundantes juegos de palabras que aparecen en el texto.
Alternando con estas recetas aparecen titulares de noticias que bien podrían ser publicadas en la sección de “sucesos antropofágicos” de un periódico, y poemas de Gabriel Nigond, Henry Chantavoine y Raoul Ponchon, tres poetas franceses cuya obra se enmarca entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX.
Alternando con estas recetas aparecen titulares de noticias que bien podrían ser publicadas en la sección de “sucesos antropofágicos” de un periódico, y poemas de Gabriel Nigond, Henry Chantavoine y Raoul Ponchon, tres poetas franceses cuya obra se enmarca entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX.
Las ilustraciones del propio Topor añaden al libro un toque entre cómico y agresivo. Para el francés, dibujar era la forma más íntima de expresión, el arte que de verdad le permitía volcar lo que llevaba dentro sin tener que someterse a otros códigos que sí debían aplicarse a la literatura. Topor fue colaborador de las revistas de humor Hermano lobo, Triunfo y La codorniz en los años 50. Sus viñetas estaban impregnadas de una crueldad punzante, de un aire macabro que heredó otro humorista que coincidió con él en estos medios: Andrés Rábago, que entonces firmaba como “Ops” y al que ahora conocemos como “El Roto”.
La cocina caníbal es el segundo libro de la colección “Ilustrada” de Tropo Editores y está igual de bien editado que el anterior, el premiado Leyendario de Óscar Sipán y Óscar Sanmartín. El libro, originalmente escrito en 1970, está prologado en esta edición por Fernando Arrabal, que habla de Topor como su mejor amigo durante los cuarenta años que duró su relación, hasta la muerte del francés a causa de un accidente vascular. Lo describe como un ser lúcido, inteligente, generoso y deslumbrantemente creativo, una mente brillante. Alguien que se reía de la seriedad, de ahí su máxima en la vida: “lo único serio es la risa”.
Eva Cosculluela. Reseña publicada en Artes&Letras el 19/02/2009
La cocina caníbal es el segundo libro de la colección “Ilustrada” de Tropo Editores y está igual de bien editado que el anterior, el premiado Leyendario de Óscar Sipán y Óscar Sanmartín. El libro, originalmente escrito en 1970, está prologado en esta edición por Fernando Arrabal, que habla de Topor como su mejor amigo durante los cuarenta años que duró su relación, hasta la muerte del francés a causa de un accidente vascular. Lo describe como un ser lúcido, inteligente, generoso y deslumbrantemente creativo, una mente brillante. Alguien que se reía de la seriedad, de ahí su máxima en la vida: “lo único serio es la risa”.
Eva Cosculluela. Reseña publicada en Artes&Letras el 19/02/2009
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