miércoles, 18 de noviembre de 2009

Crítica de "Amar en martes" por Luis Borrás

"Amar en martes", Angélica Morales, Libros CERTEZA, Colección Cantela.




Si estuviera frente a ti no me atrevería. Me quedaría callado. Bien perfumado, pero callado. No me saldría ni una letra. Pero no te veo, y así, a escondidas, resulta muy fácil ser valiente y abrir la bocaza.Empezaré por los defectos; igual que primero se dan las malas noticias. Un relato me sobra y el final de otro no me gusta.
El que me sobra desentona en el conjunto. Como ir en chándal a una cena de gala. Y el final del otro le quita credibilidad a la historia. En mi casa me oyeron gritar un alto y claro ¡oh, no!, cuando me dí de golpe con él. Y es que el realismo intimista del relato se rompe en pedazos con ese fantasma de sobre sorpresa. Su aparición convierte la seriedad y emoción de la historia en un mal chiste de Halloween.

Lo siento, pero me pediste sinceridad y te la doy. Aunque, te puedo asegurar, que si fuera posible, también yo robaría rosas para ti.Ahora los elogios, las buenas noticias. Y te diré que el tiempo no te ha robado un gramo de belleza y sí que le ha dado profundidad a tu escritura. Dos años desde tu “Piel de lagarta” y te presentas igual de hermosa pero con otro vestido y otro perfume. Con tu estilo personal y único, pero más realista, más íntima, más observadora, más sentimental y melancólica. Supongo que tendrá algo que ver con todo el amor que se adivina en tu dedicatoria. Esos recuerdos que se deslizan en dos relatos memorables. Aquella casa con el balcón en ruinas y un nombre escrito en una lápida. En “Amar en martes” está la Angélica que me conquista con su imaginación y su sensibilidad. Está la que inventa a una Venus rediviva que un día a la semana habla bien clarito y llama a las cosas por su nombre y también la Angélica que habla de piedad y perra vida. De los débiles, los sin suerte y los vagabundos. Está la Angélica que ya conocía de antes de las metáforas deslumbrantes y los monólogos teatrales y una nueva Angélica que me emociona balanceándose en una mecedora en el salón de una casa sola.
Está la Angélica de la carcajada y el surrealismo típico de Leuret que bebe gin-tonic en un botijo con una Angélica que habla de la herida dolorosa que dejan la muerte y la ausencia.
La Angélica de las historias de catalepsia y mujeres diabólicas al estilo Clouzot con una Angélica que hace protagonista de sus relatos a los "seres insignificantes que pueblan a escondidas la tierra".

Una nueva Angélica que hace protagonistas absolutas de todos sus relatos a las mujeres. Mujeres descaradas y tímidas, mujeres valientes y heridas, fuertes y débiles, mujeres vivas y mujeres muertas. Mujeres a las que echar de menos cuando "pesan más las ausencias que los zapatos".
Conversaciones de mujeres a dos voces en un bar, soliloquios de mujeres en velatorios, cementerios y conciertos de música clásica hablando de amor y diciendo verdades como puños. Conversaciones entre mujeres; intimidad, recuerdos, sueños, dudas, desilusiones, secretos y sentimientos de mujeres.


Sí, es verdad; si fuera posible, también yo robaría rosas para ti.


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